CURSO 2018/2019
CURSO 2017 2018
El pasado 1 de abril los alumnos y alumnas de 4º de ESO empezábamos nuestro esperado viaje de fin de estudios. En la estación de autobuses, nuestras familias nos despidieron dándonos consejos, tan nerviosas como nosotros. Tras más de 12 horas en carretera, llegamos a nuestro destino, el País Vasco. El primer día visitamos los flysch de Zumaia, por la mañana, y por la tarde dimos un paseo en traineras por el río Orio.
Nuestro segundo día consistió en una visita al centro de Bilbao y el Guggenheim por la mañana y a Vitoria-Gasteiz por la tarde, donde vimos la ciudad y sus catedrales. El miércoles cruzamos la frontera francesa y visitamos Biarritz, un precioso pueblo situado en la playa, y Bayona. Por las noches, en el hotel tuvimos veladas y un concurso de disfraces. Al día siguiente cogimos las maletas y bajamos hasta Madrid. Después de comer dimos un paseo por el centro de la ciudad, y tras esto fuimos a ver el emotivo musical del Rey León. Pasamos nuestro último día de viaje dando un pequeño tour por Madrid en autobús. Nos bajamos para hacernos una foto en el Bernabéu y las torres Kio. El resto del día estuvimos en el Parque de Atracciones y lo finalizamos en una discoteca. El sábado nos levantamos, nos subimos al autobús, y volvimos a Antequera, donde nuestras familias nos esperaban y con quienes empezamos a compartir las numerosas anécdotas que ocurrieron durante toda la semana.
Queremos dar las gracias a los profesores que nos acompañaron: Nazareth, Joaquín y José Luis, a los monitores Sergio y Mayte y a nuestro conductor Pepe, que hicieron que esta aventura fuera mucho más especial. Y tampoco nos olvidamos de los profesores que fueron a despedirnos.
Sin duda, un viaje inolvidable. Fue una experiencia que volveríamos a repetir mil veces.
Nuestro segundo día consistió en una visita al centro de Bilbao y el Guggenheim por la mañana y a Vitoria-Gasteiz por la tarde, donde vimos la ciudad y sus catedrales. El miércoles cruzamos la frontera francesa y visitamos Biarritz, un precioso pueblo situado en la playa, y Bayona. Por las noches, en el hotel tuvimos veladas y un concurso de disfraces. Al día siguiente cogimos las maletas y bajamos hasta Madrid. Después de comer dimos un paseo por el centro de la ciudad, y tras esto fuimos a ver el emotivo musical del Rey León. Pasamos nuestro último día de viaje dando un pequeño tour por Madrid en autobús. Nos bajamos para hacernos una foto en el Bernabéu y las torres Kio. El resto del día estuvimos en el Parque de Atracciones y lo finalizamos en una discoteca. El sábado nos levantamos, nos subimos al autobús, y volvimos a Antequera, donde nuestras familias nos esperaban y con quienes empezamos a compartir las numerosas anécdotas que ocurrieron durante toda la semana.
Queremos dar las gracias a los profesores que nos acompañaron: Nazareth, Joaquín y José Luis, a los monitores Sergio y Mayte y a nuestro conductor Pepe, que hicieron que esta aventura fuera mucho más especial. Y tampoco nos olvidamos de los profesores que fueron a despedirnos.
Sin duda, un viaje inolvidable. Fue una experiencia que volveríamos a repetir mil veces.
CURSO 2016 2017
VIAJE 4º DE ESO 2015 2016
Era un 27 de marzo de 2016, domingo de Pascua. Las campanas de cada iglesia de la zona repicaban como si se hubiesen puesto de acuerdo con los acelerados latidos de nuestros corazones; los cuales, alterados por el estrés de los últimos preparativos y ese “cierra maleta, abre maleta” continuo, no hacían más que ser acompañantes de los nervios que sentíamos porque había llegado este momento.
A pesar de que pueda sonar al principio de una novela increíble, donde no puedes creer lo que está ocurriendo aunque lo hayas releído por quinta vez, quizá sí que se puede asemejar a nuestro paso por el colegio. Desde que teníamos uso de razón, veíamos a nuestros compañeros de 4º como algo inalcanzable: siempre más altos que nosotros, más responsables… un modelo a seguir año tras año, tan lejanos, como si el final de un cuento se tratase y nosotros aún estuviésemos en la primera página. Sin embargo, el momento llegó. Ahora nosotros éramos los mayores, por inimaginable e increíble que pareciese al empezar nuestro libro.
Volviendo al tema que nos trae aquí y, con maleta en mano, nos dirigimos a lo que iba a ser nuestra cama con ruedas durante el casi medio día que tardamos en llegar a nuestro destino, la otra punta de España, nada menos; aunque no sin antes hacer una pequeña parada en Granada para conocer a las personas que harían nuestro viaje mucho más inolvidable de lo que ya iba a ser: Sergio y Mayte, nuestros monitores. Nervios, inquietud, incomodidad y el típico “¿cuánto queda?” inundaron el autobús durante todo el trayecto, con quizá algún momento en que los ojos pesaban tanto que parecía que ellos mismos querían caer en las garras de Morfeo.
A la mañana siguiente (o quizá unas horas más tarde sería más acertado), nuestros monitores propusieron un juego bastante simple: ni sí ni no. Tras reponer fuerzas en el desayuno, llegamos a la costa vasca, la primera parada de nuestro viaje. Allí, con ayuda de nuestras guías, descubrimos el gran libro del Flysch de Zumaia y conseguimos hacernos a la idea del gran tesoro que es considerado por los geólogos. Tras este viaje por la historia de nuestro planeta, nos dirigimos hacia Orio, donde nos explicaron la tradición de las traineras y, tras mucha dificultad y esfuerzo por lograr un poco de sincronización, aprender a remar. Terminó la actividad y llegamos por fin a nuestro hotel, donde podríamos descansar un poco tras este día tan agotador y las pocas horas de sueño del viaje en autobús. Cabe mencionar los retos por tener la tarjeta del juego antes mencionado: Ángela y su bello poema “Oh Romeo, Romeo, cada vez que te veo…” y Adrián pidiéndole unas sábanas nuevas al recepcionista por haberse hecho pis encima, de broma, obviamente.
Unos golpes en la puerta nos despertaron bruscamente y el surgió el debate del siglo: ¿quién se levanta a abrir la puerta? Al hacer esto nos encontramos con lo que menos nos esperábamos en ese momento… Sergio vestido de enfermero y Mayte de esquizofrénica. Definitivamente, una buena forma de despertarnos.
Bajamos a empacharnos en el buffet de desayuno y nos montamos en el autobús para llegar a la segunda parada de nuestro viaje: Bilbao. Tras un viajecito corto, nos encontrábamos en el asombroso puente colgante de Getxo, el primero de su vida para muchos de nosotros. Vimos el sitio y nos acercamos un poco a la costa, dando una larga caminata por el paseo marítimo a la sombra de grandes casas señoriales. En la segunda parte del día fuimos al museo Guggenheim, quizá demasiado abstracto para nosotros. Sin duda, las interpretaciones del profe Morente y el mítico cuadro “Embarcación Solar” (Siembra de Espárragos para la posteridad) y la barandilla ficticia son los mejores recuerdos de ese lugar. Seguido, una pequeña sesión de compras por el centro de Bilbao y de vuelta al hotel, haciendo una pequeña y divertida velada tras cenar. Este día, las pruebas fueron para Marina, Mario, Juanjo y Jesús, que tenían que hablar con dos chicas, hacer un truco de magia con las mellis, conseguir un beso en la mejilla de una china y hacerse pasar por un unicornio con un cono de helado respectivamente.
Al tercer día de la semana, cambiamos un poco de aires y nos dirigimos a la parte francesa del País Vasco. Una jornada completa sin posibilidad de llamadas ni de conexión a Internet, pero con el regalo de tener la posibilidad de practicar el francés que habíamos aprendido a lo largo de estos años. Visitamos a ciudad de Biarritz, donde disfrutamos de unas estupendas vistas a la costa y un largo paseo hasta el faro que se podía observar al fondo del paisaje (sin olvidar el baile del King Kong en una placita). Al alcanzar nuestro destino, tuvimos que hacer frente a gaviotas que querían nuestra comida y demás pájaros curiosos por las personas -y trozos de pan- que deambulaban por allí. Tras este pequeño descanso, nos acercamos a un puesto que había cerca y nos atrevimos a pedir el conocido crêpe francés, con unas pequeñas dificultades por el idioma pero con resultados fructíferos. Para concluir nuestra jornada, nos adentramos en la ciudad de Bayonne, donde aprendimos a distinguir una iglesia neogótica y donde tuvimos un momento de libertad para ver el sitio por nuestra cuenta. No se puede olvidar el espectáculo vocal que dimos en mitad de una plaza al cantar villancicos en pleno marzo.
Volvimos a nuestro hotel y, tras un buen descanso y líos de maleta aquí y allá, nos preparamos para dejar el País Vasco; el primer arco de nuestro viaje había concluido y nos quedaban cinco horas largas para llegar a la siguiente parada, Madrid.
Quizá era muy temprano, tal vez no habíamos dormido esa noche, seguro que estábamos cansadísimos porque, al pasar unos minutos, un silencio sepulcral invadió todo el vehículo (al igual de fotos hechas a mala conciencia para no olvidar ese bonito momento). Pocos fueron los que no durmieron en este intervalo de tiempo, que fue interrumpido por el asombro de muchos al ver que, en la zona de Burgos, un gran manto blanco cubría el suelo que solía ser verde. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, todos sacamos cámaras a la vez, para no perder ese momento nunca.
El trayecto concluyó y, tras conocer nuestro nuevo hotel, en un abrir y cerrar de ojos (y más arreglados que hasta entonces), nos encontrábamos en la Gran Vía, dando otro de esos largos paseos a los que nos habíamos acostumbrado. Solo un poco después ya estábamos sentados en las butacas del teatro Lope de Vega, esperando a la subida del telón que cubría el escenario. Un increíble espectáculo para recordar nuestras infancias con el musical de El Rey León, donde las tres horas que pasaron se nos quedaron hasta cortas.
Al día siguiente, había un planning diferente, ya que estaríamos divididos para visitar dos lugares distintos: el Santiago Bernabeu y el museo del Prado por un lado, y el Parque de Atracciones de Madrid por otro. Fuese cual fuese tu opción, el entretenimiento estaba asegurado. Comenzando por una foto en el estadio, los que tenían previsto entrar se quedaron y los demás se dirigieron a su destino.
El estadio, en pocas palabras, era un museo. La historia completa del equipo del Real Madrid en distintas salas, a cada cual más grande. Pantallas interactivas, televisiones gigantes, todo a gran escala para disfrutar plenamente, incluso si no te gusta el fútbol. Fotos por todas partes y visita a casi todos los rincones del colosal estadio hasta que concluyó la visita. En la segunda parte del día, estuvimos mirando cuadros en el grandioso museo, centrándonos más en Goya, Velázquez y el Greco, los grandes pintores españoles.
Por otro lado, los que fuimos al parque lo pasamos en grande, sin dejar ni una atracción atrás y recordar así este día tan divertido. Para terminar bien la jornada, tuvimos una cena "elegante" todos juntos y unas horas en la discoteca que, tras una no muy agradable broma, resultó ser justo al lado del hotel donde nos hospedábamos. Poco después volvimos allí para tener un merecido descanso.
El último día se acercaba, ya se notaba en los comentarios de los compañeros que no querían que terminase, otros que preferían hacer mención a los grandes momentos que habían vivido o, simplemente, alargar esa noche cuanto más para sentir que aún no acababa nuestro viaje, negando al tiempo que realizase su única acción, pasar. Unas horas después del amanecer, nos dirigimos nuevamente al mismo autobús del que disponíamos, listos para volver a nuestra ciudad. Solo había pasado apenas una semana pero, para muchos, era el primer viaje que realizaban como muestra de su independencia al no tener que pasarlo con sus padres. Esa independencia y madurez que mencioné justo al principio de este escrito; oficialmente, nos habíamos hecho a las expectativas que se esperan de un grupo de 4° de ESO e incluso nos habían felicitado por ello. Con estos pensamientos, dijimos adiós al hotel donde nos habíamos quedado durante esta corta estancia en Madrid.
Unas horas más tarde, cambiamos de nuevo el paisaje y volvimos a divisar olivos a lo lejos; volvíamos a Andalucía sin lugar a dudas. Aunque esto traía una mala consecuencia implícita: pasaríamos por Granada para dejar que nuestros monitores volvieran a su casa, al igual que nosotros. Paramos para comer y, de paso, retrasar lo inevitable; esa hora que pasamos junto a ellos se sintió mucho más cercana que las anteriores. Sin duda, la parte dramática de nuestro libro estaba por llegar. Y bien que llegó. Al adentrarnos en la ciudad de estas grandes personas, paramos un momento que emplearon para anunciar un mensaje de despedida y hacer entrega de unos diplomas por ser aventureros. Como toda escena dramática, muchos no pudieron aguantar las lágrimas que resbalaban por sus mejillas o que tendían a caer pese al esfuerzo de reprimirlas. El poco tramo de viaje que faltaba, se vio sumido en un gran silencio hasta que, en las lejanías, pudimos distinguir una montaña muy conocida; ya estábamos en casa.
No mucho después, volvíamos a estar en brazos de nuestros padres, no sin antes agradecer a los profesores que nos acompañaron estos días: Rosa, Raúl y el profe Morente. Regalos aquí y allá, anécdotas más aún y, sobretodo, cansancio. Nuestra experiencia había concluido con el mejor de los resultados y nuestro libro estaba ya en los capítulos finales, donde ya solo queda disfrutar para el ansiado
Fin.
Laura Ortiz
4º ESO B
A pesar de que pueda sonar al principio de una novela increíble, donde no puedes creer lo que está ocurriendo aunque lo hayas releído por quinta vez, quizá sí que se puede asemejar a nuestro paso por el colegio. Desde que teníamos uso de razón, veíamos a nuestros compañeros de 4º como algo inalcanzable: siempre más altos que nosotros, más responsables… un modelo a seguir año tras año, tan lejanos, como si el final de un cuento se tratase y nosotros aún estuviésemos en la primera página. Sin embargo, el momento llegó. Ahora nosotros éramos los mayores, por inimaginable e increíble que pareciese al empezar nuestro libro.
Volviendo al tema que nos trae aquí y, con maleta en mano, nos dirigimos a lo que iba a ser nuestra cama con ruedas durante el casi medio día que tardamos en llegar a nuestro destino, la otra punta de España, nada menos; aunque no sin antes hacer una pequeña parada en Granada para conocer a las personas que harían nuestro viaje mucho más inolvidable de lo que ya iba a ser: Sergio y Mayte, nuestros monitores. Nervios, inquietud, incomodidad y el típico “¿cuánto queda?” inundaron el autobús durante todo el trayecto, con quizá algún momento en que los ojos pesaban tanto que parecía que ellos mismos querían caer en las garras de Morfeo.
A la mañana siguiente (o quizá unas horas más tarde sería más acertado), nuestros monitores propusieron un juego bastante simple: ni sí ni no. Tras reponer fuerzas en el desayuno, llegamos a la costa vasca, la primera parada de nuestro viaje. Allí, con ayuda de nuestras guías, descubrimos el gran libro del Flysch de Zumaia y conseguimos hacernos a la idea del gran tesoro que es considerado por los geólogos. Tras este viaje por la historia de nuestro planeta, nos dirigimos hacia Orio, donde nos explicaron la tradición de las traineras y, tras mucha dificultad y esfuerzo por lograr un poco de sincronización, aprender a remar. Terminó la actividad y llegamos por fin a nuestro hotel, donde podríamos descansar un poco tras este día tan agotador y las pocas horas de sueño del viaje en autobús. Cabe mencionar los retos por tener la tarjeta del juego antes mencionado: Ángela y su bello poema “Oh Romeo, Romeo, cada vez que te veo…” y Adrián pidiéndole unas sábanas nuevas al recepcionista por haberse hecho pis encima, de broma, obviamente.
Unos golpes en la puerta nos despertaron bruscamente y el surgió el debate del siglo: ¿quién se levanta a abrir la puerta? Al hacer esto nos encontramos con lo que menos nos esperábamos en ese momento… Sergio vestido de enfermero y Mayte de esquizofrénica. Definitivamente, una buena forma de despertarnos.
Bajamos a empacharnos en el buffet de desayuno y nos montamos en el autobús para llegar a la segunda parada de nuestro viaje: Bilbao. Tras un viajecito corto, nos encontrábamos en el asombroso puente colgante de Getxo, el primero de su vida para muchos de nosotros. Vimos el sitio y nos acercamos un poco a la costa, dando una larga caminata por el paseo marítimo a la sombra de grandes casas señoriales. En la segunda parte del día fuimos al museo Guggenheim, quizá demasiado abstracto para nosotros. Sin duda, las interpretaciones del profe Morente y el mítico cuadro “Embarcación Solar” (Siembra de Espárragos para la posteridad) y la barandilla ficticia son los mejores recuerdos de ese lugar. Seguido, una pequeña sesión de compras por el centro de Bilbao y de vuelta al hotel, haciendo una pequeña y divertida velada tras cenar. Este día, las pruebas fueron para Marina, Mario, Juanjo y Jesús, que tenían que hablar con dos chicas, hacer un truco de magia con las mellis, conseguir un beso en la mejilla de una china y hacerse pasar por un unicornio con un cono de helado respectivamente.
Al tercer día de la semana, cambiamos un poco de aires y nos dirigimos a la parte francesa del País Vasco. Una jornada completa sin posibilidad de llamadas ni de conexión a Internet, pero con el regalo de tener la posibilidad de practicar el francés que habíamos aprendido a lo largo de estos años. Visitamos a ciudad de Biarritz, donde disfrutamos de unas estupendas vistas a la costa y un largo paseo hasta el faro que se podía observar al fondo del paisaje (sin olvidar el baile del King Kong en una placita). Al alcanzar nuestro destino, tuvimos que hacer frente a gaviotas que querían nuestra comida y demás pájaros curiosos por las personas -y trozos de pan- que deambulaban por allí. Tras este pequeño descanso, nos acercamos a un puesto que había cerca y nos atrevimos a pedir el conocido crêpe francés, con unas pequeñas dificultades por el idioma pero con resultados fructíferos. Para concluir nuestra jornada, nos adentramos en la ciudad de Bayonne, donde aprendimos a distinguir una iglesia neogótica y donde tuvimos un momento de libertad para ver el sitio por nuestra cuenta. No se puede olvidar el espectáculo vocal que dimos en mitad de una plaza al cantar villancicos en pleno marzo.
Volvimos a nuestro hotel y, tras un buen descanso y líos de maleta aquí y allá, nos preparamos para dejar el País Vasco; el primer arco de nuestro viaje había concluido y nos quedaban cinco horas largas para llegar a la siguiente parada, Madrid.
Quizá era muy temprano, tal vez no habíamos dormido esa noche, seguro que estábamos cansadísimos porque, al pasar unos minutos, un silencio sepulcral invadió todo el vehículo (al igual de fotos hechas a mala conciencia para no olvidar ese bonito momento). Pocos fueron los que no durmieron en este intervalo de tiempo, que fue interrumpido por el asombro de muchos al ver que, en la zona de Burgos, un gran manto blanco cubría el suelo que solía ser verde. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, todos sacamos cámaras a la vez, para no perder ese momento nunca.
El trayecto concluyó y, tras conocer nuestro nuevo hotel, en un abrir y cerrar de ojos (y más arreglados que hasta entonces), nos encontrábamos en la Gran Vía, dando otro de esos largos paseos a los que nos habíamos acostumbrado. Solo un poco después ya estábamos sentados en las butacas del teatro Lope de Vega, esperando a la subida del telón que cubría el escenario. Un increíble espectáculo para recordar nuestras infancias con el musical de El Rey León, donde las tres horas que pasaron se nos quedaron hasta cortas.
Al día siguiente, había un planning diferente, ya que estaríamos divididos para visitar dos lugares distintos: el Santiago Bernabeu y el museo del Prado por un lado, y el Parque de Atracciones de Madrid por otro. Fuese cual fuese tu opción, el entretenimiento estaba asegurado. Comenzando por una foto en el estadio, los que tenían previsto entrar se quedaron y los demás se dirigieron a su destino.
El estadio, en pocas palabras, era un museo. La historia completa del equipo del Real Madrid en distintas salas, a cada cual más grande. Pantallas interactivas, televisiones gigantes, todo a gran escala para disfrutar plenamente, incluso si no te gusta el fútbol. Fotos por todas partes y visita a casi todos los rincones del colosal estadio hasta que concluyó la visita. En la segunda parte del día, estuvimos mirando cuadros en el grandioso museo, centrándonos más en Goya, Velázquez y el Greco, los grandes pintores españoles.
Por otro lado, los que fuimos al parque lo pasamos en grande, sin dejar ni una atracción atrás y recordar así este día tan divertido. Para terminar bien la jornada, tuvimos una cena "elegante" todos juntos y unas horas en la discoteca que, tras una no muy agradable broma, resultó ser justo al lado del hotel donde nos hospedábamos. Poco después volvimos allí para tener un merecido descanso.
El último día se acercaba, ya se notaba en los comentarios de los compañeros que no querían que terminase, otros que preferían hacer mención a los grandes momentos que habían vivido o, simplemente, alargar esa noche cuanto más para sentir que aún no acababa nuestro viaje, negando al tiempo que realizase su única acción, pasar. Unas horas después del amanecer, nos dirigimos nuevamente al mismo autobús del que disponíamos, listos para volver a nuestra ciudad. Solo había pasado apenas una semana pero, para muchos, era el primer viaje que realizaban como muestra de su independencia al no tener que pasarlo con sus padres. Esa independencia y madurez que mencioné justo al principio de este escrito; oficialmente, nos habíamos hecho a las expectativas que se esperan de un grupo de 4° de ESO e incluso nos habían felicitado por ello. Con estos pensamientos, dijimos adiós al hotel donde nos habíamos quedado durante esta corta estancia en Madrid.
Unas horas más tarde, cambiamos de nuevo el paisaje y volvimos a divisar olivos a lo lejos; volvíamos a Andalucía sin lugar a dudas. Aunque esto traía una mala consecuencia implícita: pasaríamos por Granada para dejar que nuestros monitores volvieran a su casa, al igual que nosotros. Paramos para comer y, de paso, retrasar lo inevitable; esa hora que pasamos junto a ellos se sintió mucho más cercana que las anteriores. Sin duda, la parte dramática de nuestro libro estaba por llegar. Y bien que llegó. Al adentrarnos en la ciudad de estas grandes personas, paramos un momento que emplearon para anunciar un mensaje de despedida y hacer entrega de unos diplomas por ser aventureros. Como toda escena dramática, muchos no pudieron aguantar las lágrimas que resbalaban por sus mejillas o que tendían a caer pese al esfuerzo de reprimirlas. El poco tramo de viaje que faltaba, se vio sumido en un gran silencio hasta que, en las lejanías, pudimos distinguir una montaña muy conocida; ya estábamos en casa.
No mucho después, volvíamos a estar en brazos de nuestros padres, no sin antes agradecer a los profesores que nos acompañaron estos días: Rosa, Raúl y el profe Morente. Regalos aquí y allá, anécdotas más aún y, sobretodo, cansancio. Nuestra experiencia había concluido con el mejor de los resultados y nuestro libro estaba ya en los capítulos finales, donde ya solo queda disfrutar para el ansiado
Fin.
Laura Ortiz
4º ESO B
VIAJE 4º DE ESO 2014 2015
Tanto tiempo esperando este momento, que cuando el día llegó aún no nos lo creíamos. Los nervios los llevábamos ya desde semanas antes pero el 5 de abril de 2015, a las 19:00h partíamos hacía El País Vasco.
Sí, aquel era el destino de nuestro ansiado, esperado, soñado y disfrutado viaje de 4º de ESO: País Vasco, Bayonne, Biarritz y Madrid. Todos con nuestras maletas, despidiéndonos de nuestros padres y de todos, escuchando a todas las madres decirnos lo mismo, eso de “Que comas y te portes bien”, y tú prometiéndoselo una y otra vez.
Y, diciendo adiós por la ventana, nos poníamos en marcha con unas cuantas horas por delante, en las cuales el sueño consiguió vencernos en algún que otro momento.
Era de noche, no veíamos nada y se estaban subiendo al autobús dos personas que sin duda han sido una de las mejores partes de este viaje, nuestros monitores; Amaia y Sergio. Las presentaciones y las primeras risas empezaban, en la semana en la que todo fue mucho más increíble gracias a ellos.
Amanecía y poco a poco empezábamos a ver San Sebastián. Aplausos al pararse el autobús, prisa por salir y pasarlo bien. Estábamos agotados tras las 14 horas de autobús, pero eso no podía con nosotros.
Por fin, pisábamos aquella playa tan de ensueño y ya empezaban los reportajes de fotos, el echarnos agua y el disfrutar. Por suerte, nos hizo unos días perfectos. El día continuaba: visita por San Sebastián y Getaria. Por fin llegábamos al hotel, emocionados y cargando con esas maletas tan llenas de cosas que parecía que nos íbamos un mes.
Ducha, cena y velada que nos prepararon nuestros monitores.
Lo peor que llevábamos era el madrugar, pero nuestro viaje continuaba hacía Zumaia, allí conocimos a nuestras guías con las cuales compartimos un gran día. Llegábamos a los flysch con alguna que otra caída y algún que otro chapuzón en aquella agua tan fría, un día de picnic y juegos con los monitores. Llegaba la tarde, neoprenos colocados y actividades en el río; aquel día estaba hecho para no parar de reír. De nuevo, cena y velada, aunque la noche nos encargábamos de alargarla más. Jamás se olvidarán las charlas en el pasillo con Sergio y Amaia.
Tocaba cruzar frontera, visita a las ciudades de Biarritz y Bayonne, otra fantástica playa, visitas por ambas ciudades, compras y alguna que otra locura, porque, si algo quedará para el recuerdo, será el momento en el que Fátima empezó a bailar con los franceses. De nuevo al hotel, al siguiente día tocaba madrugar más de lo normal.
Jueves por la mañana, en nuestra cara se reflejaba sueño y ganas a la vez. Llegada al centro comercial y un maravilloso buffet, del que lo probamos todo, y un rato de compras antes de empezar a arreglarnos para la maravillosa noche que nos esperaba. Eran tantas nuestras ganas que, sin darnos cuenta, empezábamos a colarnos por las calles de Madrid: La puerta de Alcalá, Las Ventas, El Bernabéu… hasta llegar a Gran Vía y llegar a un musical mágico; El Rey León. No hay palabras para describir cómo fue; a la salida se reflejaba en nuestros ojos la ilusión. La tristeza empezaba en nosotros aquella noche, sería nuestro último día; sabíamos, pues, que estaba terminando.
Viernes, de nuevo una visita por Madrid, parada en el Bernabéu y al parque de atracciones. Diversión absoluta aquel día, atracción arriba y abajo, casa del terror…y así hasta la hora de irnos. Esa noche, todos deslumbrantes nos dirigimos al restaurante y, cuando entramos, ¡cuánta emoción, al ver aquello tan elegante preparado sólo para nosotros! Y, después, una noche de baile en la discoteca.
Volvíamos al hotel y las palabras de despedida de Sergio nos hacían empezar a llorar a más de una y uno. Aquello terminaba y lo más triste era que a la mañana siguiente, tocaba despedirse.
Entrega de diplomas a todos, incluido Pepe, nuestro conductor, que siempre estaba animando y haciendo reír, el que también ha formado parte de nuestro viaje, que siempre estaba con sus bromas y el que, por suerte, nos lo cruzamos alguna que otra vez por la calle. Aunque ya te lo dijimos, te lo cantamos y gritamos, gracias.
Y, cómo no, el diploma a las tres personas que más se lo merecían. Antes apenas han sido nombrados, pero cómo no se le van a dedicar unos renglones para agradecerles a nuestros profesores Raúl, Jose Luis y Rosa todo lo que han hecho durante el viaje, el haber estado pendiente de nosotros cada minuto, ser padres, profesores e incluso amigos; ellos que han hecho posible que podamos ir, que nos han hecho reír y disfrutar aquello que tanto ha sido soñado, por haber hecho que nos convirtamos en una gran familia.
Era la hora de despedirse de nuestros monitores, los que nos han asegurado diversión, los que nos han dado su confianza y amistad. Las gracias se quedan cortas para ellos; lo han hecho todo increíblemente bien. Ojalá, un día, nos vuelva a pasar lo de encontrarnos de nuevo.
Gracias a todos, pues esta será una de las experiencias más bonitas que vivamos y ojalá podamos volver a compartir más juntos, compañeros.
Sí, aquel era el destino de nuestro ansiado, esperado, soñado y disfrutado viaje de 4º de ESO: País Vasco, Bayonne, Biarritz y Madrid. Todos con nuestras maletas, despidiéndonos de nuestros padres y de todos, escuchando a todas las madres decirnos lo mismo, eso de “Que comas y te portes bien”, y tú prometiéndoselo una y otra vez.
Y, diciendo adiós por la ventana, nos poníamos en marcha con unas cuantas horas por delante, en las cuales el sueño consiguió vencernos en algún que otro momento.
Era de noche, no veíamos nada y se estaban subiendo al autobús dos personas que sin duda han sido una de las mejores partes de este viaje, nuestros monitores; Amaia y Sergio. Las presentaciones y las primeras risas empezaban, en la semana en la que todo fue mucho más increíble gracias a ellos.
Amanecía y poco a poco empezábamos a ver San Sebastián. Aplausos al pararse el autobús, prisa por salir y pasarlo bien. Estábamos agotados tras las 14 horas de autobús, pero eso no podía con nosotros.
Por fin, pisábamos aquella playa tan de ensueño y ya empezaban los reportajes de fotos, el echarnos agua y el disfrutar. Por suerte, nos hizo unos días perfectos. El día continuaba: visita por San Sebastián y Getaria. Por fin llegábamos al hotel, emocionados y cargando con esas maletas tan llenas de cosas que parecía que nos íbamos un mes.
Ducha, cena y velada que nos prepararon nuestros monitores.
Lo peor que llevábamos era el madrugar, pero nuestro viaje continuaba hacía Zumaia, allí conocimos a nuestras guías con las cuales compartimos un gran día. Llegábamos a los flysch con alguna que otra caída y algún que otro chapuzón en aquella agua tan fría, un día de picnic y juegos con los monitores. Llegaba la tarde, neoprenos colocados y actividades en el río; aquel día estaba hecho para no parar de reír. De nuevo, cena y velada, aunque la noche nos encargábamos de alargarla más. Jamás se olvidarán las charlas en el pasillo con Sergio y Amaia.
Tocaba cruzar frontera, visita a las ciudades de Biarritz y Bayonne, otra fantástica playa, visitas por ambas ciudades, compras y alguna que otra locura, porque, si algo quedará para el recuerdo, será el momento en el que Fátima empezó a bailar con los franceses. De nuevo al hotel, al siguiente día tocaba madrugar más de lo normal.
Jueves por la mañana, en nuestra cara se reflejaba sueño y ganas a la vez. Llegada al centro comercial y un maravilloso buffet, del que lo probamos todo, y un rato de compras antes de empezar a arreglarnos para la maravillosa noche que nos esperaba. Eran tantas nuestras ganas que, sin darnos cuenta, empezábamos a colarnos por las calles de Madrid: La puerta de Alcalá, Las Ventas, El Bernabéu… hasta llegar a Gran Vía y llegar a un musical mágico; El Rey León. No hay palabras para describir cómo fue; a la salida se reflejaba en nuestros ojos la ilusión. La tristeza empezaba en nosotros aquella noche, sería nuestro último día; sabíamos, pues, que estaba terminando.
Viernes, de nuevo una visita por Madrid, parada en el Bernabéu y al parque de atracciones. Diversión absoluta aquel día, atracción arriba y abajo, casa del terror…y así hasta la hora de irnos. Esa noche, todos deslumbrantes nos dirigimos al restaurante y, cuando entramos, ¡cuánta emoción, al ver aquello tan elegante preparado sólo para nosotros! Y, después, una noche de baile en la discoteca.
Volvíamos al hotel y las palabras de despedida de Sergio nos hacían empezar a llorar a más de una y uno. Aquello terminaba y lo más triste era que a la mañana siguiente, tocaba despedirse.
Entrega de diplomas a todos, incluido Pepe, nuestro conductor, que siempre estaba animando y haciendo reír, el que también ha formado parte de nuestro viaje, que siempre estaba con sus bromas y el que, por suerte, nos lo cruzamos alguna que otra vez por la calle. Aunque ya te lo dijimos, te lo cantamos y gritamos, gracias.
Y, cómo no, el diploma a las tres personas que más se lo merecían. Antes apenas han sido nombrados, pero cómo no se le van a dedicar unos renglones para agradecerles a nuestros profesores Raúl, Jose Luis y Rosa todo lo que han hecho durante el viaje, el haber estado pendiente de nosotros cada minuto, ser padres, profesores e incluso amigos; ellos que han hecho posible que podamos ir, que nos han hecho reír y disfrutar aquello que tanto ha sido soñado, por haber hecho que nos convirtamos en una gran familia.
Era la hora de despedirse de nuestros monitores, los que nos han asegurado diversión, los que nos han dado su confianza y amistad. Las gracias se quedan cortas para ellos; lo han hecho todo increíblemente bien. Ojalá, un día, nos vuelva a pasar lo de encontrarnos de nuevo.
Gracias a todos, pues esta será una de las experiencias más bonitas que vivamos y ojalá podamos volver a compartir más juntos, compañeros.